En este libro, Eric Jensen hace importantes contribuciones acerca de
las bases biológicas del aprendizaje y sus manifestaciones en la práctica,
destacándose principalmente el uso de las neurociencias al servicio de la
educación, instando a los docentes a utilizar estos descubrimientos para
transformar los modelos de enseñanza, las instituciones y los métodos
pedagógicos.
Jensen señala las características morfofisiológicas del cerebro,
destacando la diferenciación funcional de los hemisferios cerebrales y la
interconexión de los mismos a través del cuerpo calloso, que mantiene el
sentido holístico de este órgano. Gracias a las técnicas actuales se ha podido estudiar
el cerebro en acción y así conocer las zonas que se activan mientras las
personas hacen determinadas actividades; por medio de estos estudios, se ha
podido encontrar que los matemáticos expertos, al resolver problemas activan
más el hemisferio derecho, a diferencia de los matemáticos principiantes que
activan el izquierdo.
Jensen indica que el hemisferio derecho reconoce las emociones
negativas más rápido que el hemisferio izquierdo, y éste reconoce las emociones
positivas más rápido que el hemisferio derecho; estos datos son de gran valor
para la comprensión del proceso de aprendizaje y en la implementación de tareas
didácticas. Resalta también que el mejor modo de desarrollar un cerebro es a
través de los desafíos, esto es, que se rete al cerebro con problemas
interesantes y complejos, ya que esto promueve el establecimiento de conexiones
dendríticas, las cuales son la base neurológica del aprendizaje y estimulan
también la formación de nuevos circuitos neuronales.
Señala que esto es la clave para volverse más inteligente, y que en
edades tempranas hay mayor predisposición a la expansión de estas
ramificaciones de cada uno de los hemisferios, aunque este proceso o se detiene
y, en realidad, a cualquier edad se puede y debe expandir estas ramificaciones.
Y que esto puede hacerse a través de las mismas actividades cotidianas que
realizamos, al cambiar de rutina para hacer estas actividades retamos al
cerebro, quien tendrá que poner en acción esas conexiones.
Jensen recalca la importancia de enseñarles a los alumnos a aprender y
a conocer las características del cerebro que les ayudarán a mejorar las
condiciones para aprender mejor como: ambiente, alimentación, condiciones
físicas y control de estrés.
En cuanto a las emociones denota el papel del miedo y el placer, las
cuales son las únicas con zonas específicas en el cerebro y que activan
circuitos de neuronas precisos que permiten actuar efectivamente ante las
amenazas, los peligros o los estímulos de placer y, por lo tanto, agilizan el
aprendizaje de las conductas vitales en el caso de amenazas y de la adquisición
de habilidades y desarrollo de las mismas en el caso del placer.
En el caso del movimiento matiza la coincidencia entre la zona del
movimiento en el cerebro y las del aprendizaje, descubrimientos en los que basa
su propuesta de implementar más actividades físicas en el aula o un programa de
educación física diario. Finalmente propone crear ambientes física y
emocionalmente adecuados para favorecer el aprendizaje, es decir, que sean
enriquecidos y estimulantes para el alumno, que lo desafíen y que lo impulsen a
aprender.
Este libro es muy interesante, no sólo para los docentes sino también
para los padres de familia puesto que la información que contiene es de gran
utilidad para la formación de nuestros hijos, como saber qué tipo de alimentos
necesitamos para que su cerebro tenga una mayor energía, etc. Como docentes, el
saber que causa estrés a nuestros alumnos y el tipo de ambiente adecuado para
estimularles es de gran ayuda para apoyar o modificar nuestros modelos de
enseñanza.