El diálogo verdadero es aquella
conexión que se da entre alumno y maestro y en el que podemos notar que surge
una comunicación horizontal, es decir, que ambos están en el mismo nivel,
ninguno es más que otro. El maestro se muestra como guía pero no impone, es el
alumno quien se forja en su propio pensar, en su propia visión del mundo.
Para que este diálogo pueda ser
verdadero, necesita de tres requisitos: 1) Amor, el más importante, amor hacia
el mundo y entre los hombres; 2) Humildad, esto implica tener fe, confianza y
esperanza; Fe en que el aprendiente puede crear, hacer y cambiar, Confianza,
pues los sujetos en diálogo se manifiestan con mayor soltura y comodidad,
Esperanza, pues nos permite estar en continuo movimiento hacia la superación.
3) Pensar verdadero, que se refiere al pensamiento que nos permite percibir la
realidad como es en verdad, un proceso continuo, no algo estático.
Para poder dialogar
verdaderamente, necesitamos encontrar el o los temas generadores, estos van a
provocar que el aprendiente perciba la realidad en la que está inmerso, y trate
de cambiarla y superar la situación que le detiene, esa situación que Paulo Freire
llama “Límite”, y que marca la frontera entre lo que se es y lo que se puede
ser.
Para investigar este tema, debemos
sumergirnos en la vida cotidiana del aprendiente, todo aquello que le rodea,
como vive, donde trabaja, en la práctica deportiva, en las actividades sociales,
las relaciones familiares, etc., para conocer el contexto en el que se desenvuelve.
La segunda etapa consiste en mostrar los obstáculos que el aprendiente percibe
y que le impiden superarse, pero se le muestra también retos para estimularle a
pensar, al contrario de la educación bancaria que les llama a adaptarse a su
realidad, aquí lo que se busca es que piensen por sí mismos y que encuentren el
camino a la superación.